Oración Finlay: El ejemplo de Finlay para el desarrollo de la ciencia en Cuba ante los nuevos retos actuales


ORACIÓN FINLAY

 

El ejemplo de Finlay para el desarrollo de la ciencia en Cuba ante los nuevos retos actuales [1]

The example of Finlay for the development of science in Cuba in the face of today's challenges

 

 

Yailé Caballero Mota

Universidad Ignacio Agramonte; Camagüey, Cuba

Dirección para la correspondencia: yaile.caballero@reduc.edu.cu

 

 

Distinguidos académicos, jóvenes asociados e invitados:

Para mí es un honor muy grande, un orgullo como joven camagüeyana, y a la vez un reto, asumir la responsabilidad de dictar la Oración Finlay en el día de hoy, como homenaje a este insigne médico e investigador, que tanto hizo por la humanidad.

El eminente científico Carlos Juan Finlay, el más universal de los científicos cubanos, nace en Camagüey el 3 de diciembre de 1833 y fallece el 20 de agosto de 1915 en La Habana. Constituye un paradigma de alcance nacional e internacional, sobre todo por su incondicional entrega al saber para revertirlo en bien social. En el ámbito de la ciencia cubana del siglo xix resalta el carácter experimental de su descubrimiento, que lo ubica en una posición ventajosa dentro del contexto de las teorías biomédicas de su tiempo. Tras la consagración a la meta trazada, quedaron grandes aportes de connotación mundial: identificó el mosquito trasmisor de la fiebre amarilla, demostró la verdad científica a través del experimento en seres humanos y elaboró un plan antivector como única vía de solución para erradicar la enfermedad.

En el desarrollo de su formación tuvo mucho que ver su familia, sobre todo sus padres, Edward Finlay Wilson e Isabel de Barres. Finlay amaba la literatura clásica y la moderna, el ajedrez, así como los ejercicios físicos, sobre todo la natación, que aprendió desde pequeño. Acostumbraba a fumar tabaco en forma de cigarrillos, era abstemio, tenía muy buen gusto al vestir y realizaba caminatas acompañado por amistades o solo, pues le era útil para ejercitar la mente.

El joven, ya graduado en marzo de 1855 en el Jefferson Medical College de Filadelfia, mantuvo el firme propósito de revalidar su título en la Universidad de La Habana, lo cual logra el 15 de julio de 1857. A partir de ese momento se propuso continuar profundizando en la investigación, habilidad que comenzó a incorporar de la mano de sus profesores en la Universidad Médica de Filadelfia, vinculado a estudios importantes de la epidemiología como los relacionados con la malaria. En la actividad profesional de la medicina se inicia en la especialidad de oftalmología junto a su padre, quien lo incorpora a la labor diaria de su consulta, aunque luego Finlay escoge otros caminos.

Los primeros pasos en la creación científica de Finlay estuvieron ligados al tema del bocio exoftálmico; el trabajo fue escrito en 1863 y documentaba el primer caso de hipertiroidismo referido en Cuba. Logró una cuantiosa producción de trabajos sobre enfermedades observadas por primera vez en Cuba, también acerca de afecciones tropicales, epidemias, bacteriología, patología fisiológica, higiene, medicina legal, ética, oftalmología, cirugía. Es importante mencionar sus investigaciones sobre el cólera, al ser uno de los primeros en enunciar el origen hídrico de la enfermedad. No escapó a este eminente científico el estudio y los resultados relacionados con la prevención del tétanos en el recién nacido. Su interés por conocimientos novedosos continuó una línea que reflejaba cada vez más la capacidad del doctor para crear científicamente desde diversas aristas de la ciencia, porque además de la medicina se interesó por la física, la química, la meteorología, la matemática, la historia, la filología.

La Conferencia Internacional celebrada en Washington en febrero de 1881 sirvió de escenario para mostrarle al mundo cuánto talento había en ese hombre de ojos claros, moderado actuar, excelente vestir y, sobre todo, seguridad en sí mismo. Su teoría sobre la presencia de un agente externo que trasmitía la enfermedad no fue aplaudida en ese marco. Después de intensos años de estudios e investigaciones con más de 600 especies de mosquitos llega a la conclusión de que el trasmisor era el Aedes aegypti.

Este destacado estudioso fue, además, fundador de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, la primera sociedad médica que se estableció en Cuba, el 29 de junio de 1879. Allí tuvo una participación activa. El 21 de febrero de 1895 recibió la más alta distinción académica: Socio de Mérito, y el 15 de diciembre de 1901 se le confiere el título de Socio de Honor.

Existe una amplia bibliografía en relación con su quehacer en su posición de científico, pero resulta interesante la opinión de un médico camagüeyano que pudo constatar sus valores y escribió: "Testigo presencial el que esto escribe, como alumno interno del Hospital Mercedes, de algunos de sus trabajos y experimentos, en alguno de los que me cupo la honra de ser su ayudante, puedo justificar su fe en ellos, su esperanza en el éxito, que luego lo coronó, y su ardor y animosidad en la explicación de los hechos que experimentaba". [2]

Carlos J. Finlay se consagró a la ciencia sin espíritu presuntuoso. La sencillez lo caracterizó siempre, fue uno de sus grandes méritos. Nunca se creyó superior ni único; asumió una postura permeada de ética y de valores, como la modestia y la honestidad.

El haber ocupado la responsabilidad de Jefe de Sanidad de la República de Cuba desde 1902 hasta 1909 constituye un gran mérito recibido en vida, más aún cuando en 1908 es nombrado de manera vitalicia Presidente de Honor de la Junta de Sanidad y Beneficencia. El 4 de noviembre de 1907 recibió la medalla Mary Kingsley, la más alta que otorga la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool. En 1908 no fue declarado Oficial de la Legión de Honor, título concedido por el Ministro de Francia.

El 25 de mayo de 1981 la Unesco entregó por primera vez el Premio Internacional Carlos J. Finlay para reconocer avances en la microbiología. En la edición de julio de 1975, la revista Correo de la Unesco incluyó a Finlay entre los seis microbiólogos más destacados de la historia. Actualmente, el Estado cubano entrega la Orden Carlos J. Finlay a obras científicas que han estado al servicio del bienestar del hombre. Cabe destacar el reconocimiento que hacen a Finlay profesionales de la medicina nacional e internacional.

Entre los más altos homenajes dedicados a Finlay se encuentra la celebración del Día de la Medicina Latinoamericana, cada 3 de diciembre, día de su nacimiento. A los jóvenes científicos cubanos nos corresponde la honrosa misión de continuar el legado que nos dejó Finlay: su incondicional entrega al saber, su espíritu de tenacidad, su profundo humanismo, su sencillez, su modestia, su apego a la ética en todo lo que hacía.

Tenemos además la dicha de que una de las facetas más fascinantes de la vida de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro fue su desbordada pasión por las ciencias, así como el lugar de estas en la consolidación del proceso revolucionario cubano. El papel y protagonismo de nuestros jóvenes asociados es esencial en cada laboratorio de desarrollo, en cada institución, en cada localidad, así como se impone la necesidad de creación de las filiales de la Academia en diversas regiones de nuestro país. Necesitamos sumar jóvenes, entusiasmar a los niños por el desarrollo de las ciencias, y luchar para que en cada rincón de nuestro país haya mucha gente unida, aportando conocimiento, destinando esfuerzos y haciendo ciencia para resolver los problemas concretos de nuestra sociedad.

El sector científico tiene grandes retos para el año 2020, y se enfrenta al problema de encontrar respuesta al escenario actual de crisis que afecta al mundo, desde la ciencia, la tecnología y la innovación. No es tarea fácil, pero como científicos cubanos, seguidores del ejemplo de Finlay, quien se sobrepuso a las difíciles condiciones en que le tocó vivir y desarrollar su labor científica, nos impulsa la convicción de que nuestra ciencia está en función del desarrollo y beneficio de la sociedad.

La ciencia y la innovación tecnológica tienen que impactar fundamentalmente en las exportaciones y en la sustitución de importaciones, la producción de alimentos, la conservación y protección del medioambiente, el desarrollo social, el de la biotecnología, la informatización de los procesos y el uso racional de la energía. El conocimiento es el factor fundamental para el desarrollo de todo proceso, y la integración desempeña un papel indispensable en la generación de este conocimiento. Tenemos que fortalecer cada vez más las alianzas entre nuestros centros; los aportes teóricos deben ser una contribución a las necesidades actuales y encontrar aplicación en los destinos priorizados. Debemos apostar por la formación doctoral temprana, incrementar la visibilidad de nuestras instituciones y difundir los resultados científicos, como se impone concebir la aplicación y la generalización dentro de los proyectos investigativos. Solo así lograremos los resultados relevantes que se requieren, y avanzaremos hacia el progreso y la sostenibilidad de nuestro país.

Muchas gracias


 

BIBLIOGRAFÍA

1. Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas. Pautas Éticas Internacionales para la Investigación Biomédica en Seres Humanos [Internet]. Ginebra: 2002. [citado 29 Ene 2016]. Disponible en: http://www.paho.org/Spanish/BIO/CIOMS.pdf

2. Falcón Fariñas. Carlos J. Finlay, un hombre de Ciencias al Servicio de la Humanidad [página Web]. Camagüey: Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey. 2007. Disponible en: http://www.ohcamaguey.cu/index.php/inv/pers/107-carlos-j-finlay-un-hombre-de-ciencias-al-servicio-de-la-humanidad.html

3. Ferrera Sosa. Casa Natal de Carlos J. Finlay, patrimonio del Camagüey. (2013) Recuperado el 11 de noviembre del 2019 en http://www.cadenagramonte.cu/articulos/ver/38231:casa-natal-de-finlay-patrimonio-del-camaguey

4. Finlay Barres Carlos J. Obras Completas de Carlos J. Finlay. Tomo V: 25.

5. Gaceta de Puerto Príncipe. 13 y 16 febrero de 1833. pág. 4, 5 y 8 de febrero de 1834. Ayuntamiento de Puerto Príncipe. Libro 2 de toma de razón de titular. Folio 57 Museo Ignacio Agramonte.

6. Sexto L. J. Finlay, Carlos. Periódico Juventud Rebelde. 6 Mayo 2001: 11

7. López Sánchez, José. Finlay. El hombre y la verdad científica; 313-314.

8. Martínez Martínez, José A. Proyecto de restauración de la casa natal de Carlos J. Finlay. Camagüey. 1981.

9. Normas éticas sobre experimentación en seres humanos. Código de Núremberg [Internet]. 2014. Disponible en: http://www.medicina.uanl.mx/investigacion/wp-content/uploads/2014/07/IG-Nu%CC%88remberg-01.pdf

10. Núñez J, Montalvo LF, Figaredo F, compiladores. Pensar Ciencia, Tecnología y Sociedad. La Habana: Félix Varela; 2008: 1-30.

 


[1] Oración Finlay leída el 7 de diciembre del 2019 por la Dr. C. Yailé Caballero Mota, miembro titular de la Academia de Ciencias de Cuba, en el pleno de dicha institución.

[2] Dr. Agüero Ángel. Medallón de luto. Periódico El Camagüeyano. Año XIII, o.233, 21 de agosto de 1915, p. 1. Disponible en: http://www.camaguey.gob.cu/es/personalidades-y-personajes-tipicos/personalidades/3392-carlos-j-finlay.html



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